A veces me olvido
- Mumi Paladini

- 7 sept
- 3 Min. de lectura
Últimamente, el 11:11 me sigue a todas partes. Aparece en el celular cuando miro la hora, en una charla, en un cartel… y me queda resonando: ¿qué me quiere decir? Yo, por las dudas, siempre agradezco al universo cuando me encuentro con esa sincronicidad. Pero hoy creo que tiene que ver con recordarme lo que armé, lo que sostengo y lo que a veces olvido: Gringa.
Este año frené. Frené la producción en piloto automático con la que venía hace años, además de la intensidad de maternar. Y este espacio —como ya conté en el blog anterior— me dio tiempo y lugar de introspección. Escribir en mi diario todos los días se volvió rutina, un gesto íntimo que nadie más lee. - Juana, el otro día en una librería, se indignó con que se publicara el diario íntimo de Frida Kahlo. Hermosa y cruel realidad.-
Antes, las horas de corte en el taller las compartía con Belén: charlas infinitas, música, mates, compañía. Desde hace más de un año, corto sola. Los podcasts se volvieron mis aliados, aunque también el silencio y mis propios pensamientos. El ritmo de corte es más lento, acompaña esta producción más chica, casi como un regreso a los comienzos de Gringa: pequeñas cantidades, pero más variedad.
Cortar se volvió mi terapia: horas concentrada mirando mis manos en movimiento. En silencio, cantando, escuchando, pensando. Todos los primeros de mes, la oscuridad me acecha: mi ciclo menstrual, las cuentas, el peso de lo que hay que sostener. Me abruma. Pero cada vez confío un poco más en que, mes a mes, vamos a encontrar la manera.
A veces me olvido de la grandeza y la fuerza de Gringa. Y entonces aparece el 11:11, insistente. Escuché un podcast de Barencolores que me encantó y me hizo preguntarme qué significa que ese número me persiga tanto. Y ahí conecté: el próximo mes, Gringa cumple 11 años.
El 11:11 es el número maestro de la intuición, de la visión, del despertar. Es como un llamado del universo que me dice: “mirá lo que sos, mirá lo que podés ser”. Y quizás, más que un aniversario, el cumpleaños 11 de Gringa sea un portal. Un salto hacia lo profundo, hacia lo espiritual.
Y pensando en lo espiritual, este año también abrí otra puerta: la pintura. Arranqué el 2025 con un accidente en el pie que me hizo parar, y en esa quietud me animé a inscribirme en un taller de óleo. -Hoy agradezco todos los días haberlo hecho.-
Cada caminata hasta el taller de pintura es un rito en sí mismo: cruzar Almagro, ese barrio que me recibió cuando llegué de Santa Fe, donde nació Gringa y donde fuí tantas historias. Paso por las florerías de la calle Sarmiento, me lleno de colores y perfumes, de esa abundancia exagerada de los ramos que desbordan las veredas húmedas, con agua que chorrea de los tachos que las sostienen. Llego al taller empapada de ese universo, lista para agarrar el pincel.
Siempre quise pintar flores, pero no me lo permitía por la “simpleza” del concepto. Hasta que un día, bastidor en mano, compré un ramo, lo puse en un vaso y simplemente copié. Copié lo bello.
De ese cuadro salió otro, y después otro. Y con cada flor voy buscando un lenguaje, y menos control. La sorpresa fue que, cuando el ramo empezó a marchitarse, lo vi aún más hermoso: las hojas deshidratándose, los colores más apagados pero más interesantes, la pérdida de pétalos, la caída del peso del ramo desvaneciéndose… Entendí que en el paso del tiempo también hay belleza, que a veces lo marchito potencia lo vivo.
Ahí vi el reflejo: Gringa, la pintura, mi propio ciclo. Todo habla de tiempo. De que lo que parece desgaste puede ser también maduración. De que lo que cambia, florece distinto.
Quizás de eso se trate este 11:11 que no para de aparecer: de recordarme que el tiempo no solo marchita, también embellece; que las raíces sostienen, las alas siguen creciendo, y que hasta los ramos más viejos saben florecer en otra forma.
En octubre, estoy segura que una puerta luminosa se abre para la marca, para mí, para todas nosotras que hacemos de lo cotidiano un ritual y buscamos romantizarlo.
Y mientras espero ese día, ya lo siento abierto: en cada flor que pinto, en cada tela que corto, en cada 11:11 que me recuerda que estoy en camino.
































Comentarios